La costa de Viña se desgrana en roqueríos chicos e intermitentes que hacen de ella un lugar no muy apto para el nado dada la espiral de sus mareas. No obstante, es un sector que invita a ser recorrido, linealmente y sin esfuerzo, de cara al mar y frente a cerros de poca altura que exhiben una naturaleza amistosa y sutil. Es un lugar de extensión y recorrido lineal y se divide en intervalos que se repiten a lo largo de ella porque pasa de ser una superficie plana (arena) a otra accidentada e irregular cuya principal característica es la fragmentación, formada a partir de la aparición de rocas que se dispersan en la orilla de la playa dejando a la vista sólo sus partes más altas e involucrándose con la arena intermitentemente. El resto del territorio costero lo cubre el mar, siempre agitado y rizado. Los colores que predominan en este sector abarcan la gama de los azules y verdes en distintas tonalidades, mezclado con el blanco de la espuma del oleaje, la calidez amarilla de la arena y el negro de las rocas. La especie más común y abundante en la costa viñamarina, que además es el ave simbólica de la ciudad, es la gaviota.
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